Gordon Ramsay: “Yo no soy un chef de televisión”

Gordon Ramsay: “Yo no soy un chef de televisión”

Entrevista con el exitoso chef británico que reconoce que no hará más Hell’s Kitchen después de la 20ª temporada

Por Rafael Cores

Tras haber trabajado durante una década en restaurantes de Inglaterra, Francia e incluso en un yate privado, en septiembre de 1998 Gordon Ramsay (Johnstone, Escocia, 1966) abrió un restaurante con su nombre en el londinense barrio de Chelsea. Fue la primera piedra de un imperio que hoy se compone de más de 60 restaurantes por todo el mundo y programas de televisión tan populares como MasterChef y Hell’s Kitchen.

Esta semana arrancó la 19ª –y parece ser que penúltima– temporada de Hell’s Kitchen en la cadena Fox. La gran novedad es que el show transcurre en Las Vegas. 18 aspirantes a chefs de todo Estados Unidos se dividirán cada semana en dos equipos para soportar los exabruptos del vehemente Ramsay, famoso por no callarse nada y ser brutalmente honesto con los concursantes. El ganador se convertirá en el chef principal del restaurante Hell’s Kitchen en Lake Tahoe.

Con una fortuna que se calcula en más de $220 millones de dólares y tras décadas de trabajo a un ritmo infernal, Ramsay parece dispuesto a disfrutar de otras cosas en la vida, sobre todo a raíz del nacimiento de su quinto hijo, Oscar, que aún no ha cumplido los dos años. Aunque no se arrepiente del pasado, el chef prometió pasar más tiempo con Oscar que con sus cuatro primero hijos, tres de ellos mujeres que le mantienen al tanto de las últimas tendencias, como la explosión de la comida basada en plantas, según nos contó en una entrevista celebrada hace más de un año, cuando arrancaban las grabaciones de las temporadas 19ª y 20ª de Hell’s Kitchen.

Pregunta: ¿Cuál es el secreto para mantener un show durante tantos años?
Gordon Ramsay: Es una buena pregunta. Trabajo con un grupo de productores ejecutivos muy locos, y yo soy también productor ejecutivo. Para mí el secreto de la longevidad es que tengo restaurantes en este negocio, así que todo lo que aprendo de esos restaurantes lo vuelco en la competición: los retos, las tendencias en comida, la ventaja competitiva y las oportunidades. Yo no soy un chef de televisión; yo trabajo en la televisión. Y detrás de 19 temporadas de Hell’s Kitchen hay un chef real. Lo que he hecho desde el día 1 es mantener eso: es un restaurante vivo. Si me preguntas qué va a pasar esta noche en el show, ¡no tengo jod*** idea! No puede decirte qué va a pasar. Vamos a tener un equipo rojo y otro azul, ¿va a ser bueno el rojo?, ¿va a salir dormido el azul? ¡No lo sé!

P.: Porque el show no tiene guion…
G.R.: Eso es. Yo manejo las dos cocinas, voy de una a otra. Y quiero que sean exitosas, así que presiono por ese éxito. Es rojo contra azul, pero la razón por la que pienso que aún sigue al aire es porque es drama sin guionizar con retos emocionantes.

P.: ¿Por qué el cambio a Las Vegas?
G.R.: Filmar en Las Vegas en una gran ventaja por las oportunidades que da de pasarlo bien, el Gran Cañón, una pista de carreras, montañas, shows preciosos… Lo hace todo más grande y más entretenido.

P.: ¿Y después de Las Vegas?
G.R.: No sé. Me gusta parar de vez en cuando y tomarme un descanso. Después de las temporadas 19 y 20 creo que habré hecho suficiente.

P.: ¿Entonces la temporada 20ª será el final de Hell’s Kitchen?
G.R.: No lo sé. Quizá encuentren un nuevo chef increíble y será bueno para ellos. Pero para mí personalmente creo que 20 temporadas es increíble, he tenido mucha suerte. Lo que me gustaría hacer es parar y reflexionar.

P.: ¿Te consideras más un chef, una personalidad de televisión o un empresario? Porque tienes muchos restaurantes por todo el mundo y muchos shows.
G.R.: Es una buena pregunta. De corazón, soy un chef. Pero no quiero pasar el resto de mi vida detrás de los fogones. Tengo 52 años, no 32. [Cuando se hizo la entrevista, ahora tiene 54]. Sería un tonto si aún estuviera en la cocina 14 horas al día. Este septiembre celebramos 21 años del Restaurant Gordon Ramsay [en Londres] y 19 años de tener tres estrellas Michelin. Ahora mismo estoy disfrutando de eso, pero no sé cuánto continuará. Ahora soy más un “restauranteur” que un chef. Era un cocinero que se hizo chef, después me convertí en un restaurador y ahora tengo un equipo increíble que me ayuda a gestionar todos esos negocios.

P.: A los latinos nos gusta celebrar alrededor de la mesa. Has trabajado con muchos latinos, incluso en este show. ¿Sientes esa conexión?
G.R.: Es cierto. Tuvimos a Mia [Castro], que llegó a la final en la temporada 18. Aarón Sánchez es otro gran chef con el que trabajé muy cerca en MasterChef y Masterchef Junior. Los momentos importantes de la semana con la familia, en los que te das cuenta de que hay muchas más cosas en la vida, para mí ocurren con los niños. Y el momento en que nos entendemos más que nunca es alrededor de la comida. El tiempo familiar alrededor de la mesa es un factor importante, compartiendo el pan, hablando, preguntando, escuchando y remontando todas las pequeñas debilidades. Hay pocas cosas más divertidas que una familia grande alrededor de una mesa. Y esta temporada tenemos dos noches dedicadas a las familias. Eso crea un ambiente muy agradable.

P.: ¿Te molesta que la gente haga fotos a los platos y los suba a las redes?
G.R.: La intrusión de las redes sociales es sana. Me molesta que haya chefs que se quejan de que la gente tome fotos de sus platos. Eso es bueno para nosotros. Porque ese feedback es instantáneo. Yo quiero los comentarios negativos para poder mejorar. Las redes han ayudado a darle una patada en el trasero a los chefs. Cualquiera puede ser un crítico; lo tenemos que aceptar. Cuando la jodemos, eso va directamente a tu feed. No debemos ser rígidos con eso. Es una ventaja, porque podemos corregir los errores más rápido y no esperar al artículo de crítico de comida tres semanas más tarde.

P.: Tanta foto en Instagram debe poner presión en la presentación de los platos.
G.R.: Es emocionante. Estamos todo el rato mandándonos cosas. De un chef que está en Australia, otro que está en Madrid… Todos vemos lo que hacen otros. La presentación es clave, pero hay un punto de no retorno en que si está demasiado trabajada, luce fantástico, pero lo pruebas y no está tan bueno como se ve. Hay que encontrar un balance. Eso lo enseñamos aquí. La presentación debe tener un propósito. Ejecutada de forma muy bella, pero hay un momento en que dices: ¡Stop! No más jugueteo, déjalo respirar.

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