Las relaciones sociales necesitan el respeto mutuo del espacio y el tiempo
La asertividad es un modelo de comunicarnos con los demás de forma clara, expresando lo que pensamos de manera respetuosa y siendo capaces de transmitir lo que necesitamos y lo que no. Se encarga de poner los límites en nuestras relaciones y de saber decir «no». Un estilo no asertivo caería más fácilmente en la pasividad, donde todo el mundo invadiría a esa persona, o en la agresividad, donde se podrían invadir a los demás. El modelo que finalmente escogemos para comunicarnos es relativamente estable, influido por nuestra educación o las vivencias que hemos tenido, lo mismo que ocurre con la autoestima. De hecho, el modelo de comunicación y nuestra valoración personal se relacionan y retroalimentan. No es posible respetarnos a nosotros mismos si no somos asertivos y permitimos que los demás no nos respeten.
Trabajar nuestro estilo de comunicación tendrá un impacto directo en el autoconcepto y en la propia valoración. La autoestima se ve reforzada cuando colocamos correctamente los límites, expresamos nuestras necesidades y somos capaces de rechazar todo aquello que no queremos. Sin la asertividad, es imposible que una persona tenga una buena relación con los demás o con ella misma. Es necesario ese estilo de comunicación para poder encontrarse bien a nivel social y personal.
Agresividad y pasividad
Los estilos comunicativos no asertivos se caracterizan por ir a dos polos opuestos, la agresividad y la pasividad. Lo normal es que tengamos ya un estilo prefijado, aunque en algunas ocasiones podemos movernos hacia el otro estilo. La comunicación agresiva no tiene en cuenta las necesidades de las demás personas y coloca el foco únicamente en ella misma. No es solo una forma egocéntrica de mirar el mundo, sino que puede esconder mecanismos de seguridad por una baja autoestima. Es un muro que construyen de cara a los demás para evitar las invasiones, ya que no saben colocar límites de forma correcta y temen las invasiones. Por otro lado, el polo opuesto sería la comunicación pasiva. En ella, la persona siempre pone en primer lugar al otro, dejando de lado sus propias necesidades y con el miedo siempre presente de que el otro se moleste o se vaya de su vida.
Tanto un polo como el otro ocultan problemas con la autoestima. Se establecen demasiados límites y de forma agresiva o no se establece ninguno, pero no hay un equilibrio entre las necesidades de los demás y las propias. De esta forma, las relaciones con los demás serán insatisfactorias y no se disfrutará en ningún ambiente, independientemente de que sea social, familiar o laboral.
Empieza por aquí
Lo que más incapacita a una persona a bajar sus defensas o a establecerlas es el miedo ante los demás y el no carecer de herramientas suficientes para comunicarse de forma correcta. Tememos que los demás se vayan, que se ofendan o las repercusiones de nuestras palabras, cuando muchas de estas amenazas son falsas o carecemos de pruebas para ello. De hecho, si al ser asertivos una persona de nuestra vida se fuera, sería un alivio, ya que nos quitaríamos de encima a alguien que podría aprovecharse de nosotros.
Como lidiar con el miedo o la culpa no es posible al principio, el primer paso para trabajar la asertividad es escucharnos a nosotros mismos y saber cuáles son nuestras necesidades. No buscaremos que los demás las cumplan o manejaremos de forma distinta la culpa, simplemente seremos conscientes de si lo que el otro me pide o lo que en este momento me toca hacer me apetece o no. Evaluar esto durante dos o tres semanas nos prepararía para el siguiente paso, ese en el que empezamos a poner los límites correctamente, alcanzando niveles de autoestima óptimos.
* Ángel Rull, psicólogo.