La escritora y presentadora de televisión, María Zabay ha publicado la primera novela en el mundo, sobre la pandemia que nos azota.
Por Silvia Gracía
Es licenciada en Derecho por la Universidad de Zaragoza, pero su trayectoria profesional ha estado siempre ligada a los medios de comunicación. Ha sido presentadora de diferentes canales como TVE1, TVE2, el canal internacional de TVE o Mediaset y directora de comunicación del Ministerio de Industria, Energía y Turismo de España. Tiene once libros publicados y seis relatos cortos en formato digital con la editorial Planeta. Presenta eventos e imparte conferencias de comunicación eficaz y motivación; asesora a empresas, directivos y particulares en comunicación y liderazgo, y ha puesto en marcha Comunícate by María Zabay, un canal de Youtube en el que recoge los conocimientos que ha adquirido a lo largo de su experiencia profesional para que todos podamos mejorar nuestra comunicación.
Su novela, Aislada, en la actualidad está siendo traducida al inglés, pero ya se puede encontrar a la venta en Amazon https://www.amazon.es/dp/B086RMQDFX/ref=cm_sw_r_wa_awdo_t1_0JeSEbE6F3A62
¿Qué te ha llevado a escribir este libro? ¿Qué te desconcertaba en todo lo que está sucediendo?
Esta pandemia me ha servido para reafirmar lo que ya pensaba y querer compartirlo con todos. De ahí la novela “Aislada” y su manifiesto. Me desconcertaba la vida de consumismo exhibicionista que llevábamos. Muy pocos vivían hacia dentro y muchos lo hacían hacia fuera. Era la era de las vanidades en la que las cosas parecían tener sentido para ser mostradas, no para ser disfrutadas. Lo importante en la vida es justo lo que es gratis: andar, saltar, correr, abrazar, besar; hay que saborear los momentos y rodearnos de las personas que nos importan porque un día, de repente, pueden no estar; los virus y las pandemias no distinguen razas ni colores; no tratan mejor a los ricos que a los pobres. Todos somos iguales.
El virus ha descubierto puntos débiles nefastos de la estructura y la gestión política y económica de los países. La falta de previsión; la dependencia de otras naciones en algo tan básico como es el material sanitario; la incapacidad de hacer protocolos, de actuar con eficiencia.
Otra cosa que debemos tener presente y analizar es que el miedo paraliza a la sociedad y una sociedad asustada es maleable. Bajo la rendija del temor se puede colar el abuso; y, muy importante, nada es para siempre. Nada.
¿Qué le inquieta?
Hay dos inquietudes que me preocupan por igual. La erradicación de esta pandemia que ha parado el mundo y nos está haciendo perder a mucha gente; y la restricción que hay a nuestra libertad, sobre todo de expresión. ¿No podemos opinar lo que queramos? ¿Por qué se están borrando cuentas y publicaciones de las redes sociales? ¿Cómo es posible? ¿De verdad no podemos decir lo que pensamos? ¿Quién tiene ese criterio objetivo supremo para eliminar comentarios y perfiles de las redes sociales? ¿Cómo es posible tal aberración? No hay un sólo motivo que la justifique. Ni uno sólo. Si alguien se considera víctima de un bulo, lo que tiene que hacer es presentar una demanda y emprender acciones judiciales. Para eso vivimos en un Estado de derecho. Honestamente, me siento como en los “Juegos de verdad” de Michel Foucault. Como él, opino que no es suficiente con pensar. Las ideas que no se ejecutan, los derechos que no se respetan, únicamente son entelequias. Ahora mismo, somos una sociedad invadida por el pánico a contagiarse. El miedo es catastrófico porque paraliza. Lo digo en “Aislada” y reflexiono sobre ello. Una de las grandes estrategias de manipulación de las masas es el miedo, porque bloquea. Y ante una sociedad que no reacciona ni puede salir de casa, se pueden adoptar medidas que en cualquier otro momento serían inaudibles porque la gente se rebelaría. Bajo la rendija del temor se puede colar el abuso. Tenemos muchos precedentes en la historia, basta con echar un vistazo (y no muy lejano. Por ejemplo, Venezuela). Creo que debemos tener esto presente. Ser conscientes de que esta pandemia puede desembocar en sistema de vigilancia total; en una sociedad controlada en cada movimiento. Esto que puede ser bueno para contener y erradicar el covid—19, puede suponer también el fin del liberalismo y el inicio de un sistema disciplinario. Tenemos países a los que mirar.
Hablas claro. Alguien puede pensar que eres dura con la gestión que se ha hecho desde el inicio. ¿Qué le dirías?
El libro recoge una cronología rigurosa de los hechos desde que Li Wenliang envió aquel famoso mensaje que se hizo viral, hasta hoy que nos encontramos confinados. El sentido de este libro es que quien lo lea, entienda y analice por sí mismo cómo hemos llegado a la situación en la que nos encontramos. A ningún Gobierno le podemos exigir una vacuna para un virus que no se conocía, pero sí la capacidad de establecer unos protocolos y abastecerse de material sanitario básico en el momento en el que la OMS alertó de que estábamos ante una pandemia.
“Aislada” contiene algo más muy importante: una reflexión sobre nosotros como sociedad; sobre si estamos donde realmente queremos estar o donde nos dicen que debemos estar; sobre la necesidad de ser solidarios. La sociedad necesita individuos que admiren, no que envidien; individuos que construyan, que cuiden el planeta.
En el libro, casi todos los gobiernos salen mal parados: China, Estados Unidos, Francia, Italia, sobre todo España. ¿En qué se han equivocado?
En la falta de una gestión eficiente que estableciese unos protocolos de actuación. En mi opinión se deberían haber cerrado todas las fronteras a China hasta que no hubiesen erradicado el virus. Sé que es una medida drástica, pero la única para evitar la propagación. Eso no ocurrió. Una vez el virus salió, su expansión era incontrolable.
Todos los Gobiernos deberían haber escuchado a la OMS. Hasta cinco veces nos alertó de que estábamos en riesgo grave de pandemia. No concibo cómo puede ser que no se reunieran todos los Gobiernos para establecer un protocolo eficiente; cómo puede ser que no hiciesen compras masivas de material sanitario, dado que no tenemos producción propia. Ahora estamos sometidos a un mercado que fluctúa y en el que se caen pedidos a pie de avión.
¿Cuál es el papel de la OMS en su novela?
El que ha tenido en la realidad. Escaso. Al principio relativizó, después alertó a los Estados y fue ignorada. Aquí podríamos entrar en un análisis bastante arduo acerca de su politización o no; de sus gestores y de otras críticas que recibe.
¿Por qué has escrito la novela ahora?
El momento de escribir la novela era éste porque, como sabes, la memoria es cortoplacista. Pasado un tiempo, la pandemia, la angustia se diluirá. Es ahora cuando puedo reflejar los sentimientos que nos invaden por el dolor de ver morir a gente mientras permanecemos encerrados en nuestras casas sin poder hacer nada, perdiendo empleos…
¿El relato de Jimmy y Olivia, los dos protagonistas, tiene algún sustrato real o es un todo de ficción?
Es ficción, pero muy real porque plasma la realidad de muchas parejas que han quedado separadas y no pueden ayudar al otro por muy mal que esté. Quiero que quien lea la novela pueda recordar o conocer cómo empezó todo y cómo fue evolucionando hasta llegar al estado de alarma en el que nos encontramos hoy.
Cuentas la historia de dos universitarios en Venecia. ¿Cómo son?
Son dos universitarios inquietos, con una historia de amor llena de complicidad y conversaciones divertidas. Olivia, que es como se llama ella, es una joven muy implicada con el cuidado al planeta. Se reivindica contra la contaminación y se plantea cuestiones esenciales que pueden hacernos pensar mucho a todos. Lo que más me está alegrando es que la gente me dice que le está removiendo por dentro.
De golpe, empieza a desatarse el virus, y Jimmy viene a España y ella se queda unos días en Venecia. ¿Han constatado muchas historias de parejas que se han quedado separadas?
Sí, conozco algún caso. Es muy duro. He hablado con psicólogos para reflejar mejor esta realidad. Incluso he hecho un reportaje a una psicóloga hablando de este tema. En este caso, todavía es más difícil porque a Olivia se le manifiesta el virus estando sola en Venecia. La sensación de impotencia y frustración del que no puede ayudar es difícil de gestionar. Se necesita mucho apoyo externo y entre la pareja tiene que haber comunicación constante con muestras de amor. El problema se agrava si llega un momento en el que eso ya no es posible porque la enfermedad se complica…
¿Por qué empiezas el libro con ellos viendo una charla TED de Bill Gates?
Porque fue él el primero en advertir de que algo así podría ocurrir. Lo hizo en esa charla TED con la que arranco el libro. La impartió hace cinco años. Aquel día, su público debió de tomarlo por lunático o catastrofista. Era una gran realidad. Si algo ha de acabar con la humanidad, no serán bombas, sino un virus. Y, lamentablemente, aquí estamos.
¿Ha existido una conjura internacional, ha sido un ataque chino?
No me atrevería a decir eso. Tampoco es el momento de acusar a nadie y menos sin pruebas. Cuando todo esto termine, se investigará bien y, si hay responsables, lo pagarán. Habrá que ver cómo. Eso me preocupa…
Lo que sí que podemos hacer es un análisis objetivo de los hechos. En el libro se recoge. El virus comenzó en Wuhan (centro de los laboratorios bioquímicos de China por sus condiciones climáticas). El virus se ha propagado por todo el mundo, las principales potencias estamos confinadas y en China ya lo han controlado, no se registran casos en Pekín ni en Shanghai, la gente está en la calle, las empresas han retomado su actividad productiva. Es más, el presidente, Xi Xinping, se atrevió hace ya dos semanas a ir a Wuhan. Honestamente, yo sólo lo haría si estuviese vacunada. Quizá no soy tan valiente… El caso es que mientras Europa y EEUU estamos parados, ellos producen material sanitario para nosotros, especulan con el precio y, además, compran acciones de grandes empresas europeas y americanas a precio de derribo. Son datos. A partir de aquí que cada uno saque sus conclusiones.
¿Qué le duele a la novela de “Este mundo que hemos creado”, como dice uno de los personajes?
Que hayamos perdido el espíritu de empatía con la naturaleza y con todos los seres vivos que en ella habitan. ¿Dónde está el sentimiento de ternura y comprensión del necesitado?, ¿el apoyo y la lucha por cuidar de los hambrientos, de los mayores?, ¿la conciencia de que estamos destrozando nuestro planeta? Necesitamos reflexionar mucho, ser más generosos.
Nada será igual. Ni la política ni la economía ni el espíritu de la gente. Viene una gran depresión económica que cambiará paradigmas. Gran parte de la población va a tener que reinventarse y, durante un largo tiempo, vamos a ser una sociedad atemorizada que va a valorar las pequeñas cosas y que vivirá más hacia dentro. Nuestra vida va a estar más limitada físicamente e, inevitablemente, va a ser más virtual de lo que ya lo era. Las naciones descartarán depender por completo de la producción externa, lo que nos llevará a potencias autosuficientes (sin caer por ello en el localismo). Ojalá no olvidemos y, después de esta dura pandemia, seamos mejores personas y mejor sociedad, conscientes de que nos acechan más ententes revestidos de avances como la robotización, la automatización, el 7G y el transhumanismo que cambiarán el mundo.
Mientras, Olivia, la protagonista, apuesta por la sostenibilidad.
Ella quiere concienciar al mundo de lo que maltratamos nuestro único hogar, la Tierra, movidos por el brillo del dinero. Contaminamos océanos, mares, el oxígeno, se deshielan glaciares, talamos árboles, debatamos tierras fértiles para construir edificios y autopistas… Una parte de esto es inevitable, pero otra se podría evitar. Podríamos llevar vidas más sostenibles, conscientes del daño que causamos al planeta y a las demás especies que habitan junto con nosotros en él.
¿Un pulso a nuestra conciencia?
Un pulso para pensar y replantearnos muchas cosas. Es nuestra oportunidad para encontrar fallas e intentar ser mejores; para darnos cuenta de que lo que de verdad es importante es justo lo que es gratis: andar, saltar, correr, abrazar, besar. Hay que saborear los momentos y disfrutar de las personas que nos importan porque un día, de repente, pueden no estar. Los virus y las pandemias no distinguen razas ni colores; no tratan mejor a los ricos que a los pobres. Todos somos iguales.
Sin desvelar la trama, ¿qué rescatarías del manifiesto que incorpora la novela?
Lo importante es siempre lo que nos llena el alma. Llénala. Intenta analizar los errores que has cometido en el pasado, si hay una posibilidad de subsanarlos. Si la hay, hazlo. Di te quiero a las personas que quieres, no sabes si vas a tener otra oportunidad de hacerlo. Intenta resolver desavenencias o acritudes porque no merece la pena guardar rencores a las personas por las que sientes o que has sentido.
Viene una nueva era en la que tendremos que esforzarnos mucho; una era en la que la libertad se diluirá en pro de la seguridad. Te dejo unas líneas para los lectores: “Si el esfuerzo se valora y se premia, si todos nos sumamos a esa rueda de aportar nuestro trabajo y nuestro talento, sin esperar de brazos cruzados a que otros lo hagan por nosotros; si todos admiramos, pero no envidiamos; entonces el mundo será mejor. Necesitamos un sistema eficiente, gente entregada, altruista y cuidadosa con los demás y con el medioambiente. Ojalá COVID—19 sea la catarsis que nos transforme. Sirva para unir. Para amar. Para cuidar. Para valorar”.